El patito cojo:
Había una vez un patito que nació cojo. Con su cojera, el patito tenía unos andares muy curiosos.
El patito cojo se tropezaba mucho al andar, pero él siempre se levantaba. Todos en el estanque lo trataban con cariño, y le animaban para que siguiera avanzando, aunque le costara un poco.
Cuando se hizo mayor, el patito cojo se fue a conocer mundo. Pero nada más salir de su estanque, todos los animales empezaron a reírse de él.
El pobre patito, muy triste, volvió a su estanque de siempre con su mamá y sus hermanos patitos.
- ¿Qué ha sucedido? ¿Y por qué estás llorando? -preguntó Mamá Pata en cuanto lo vio aparecer.
- Todos se han reído de mí -contestó el patito cojo.
- ¿Por qué se han reído de ti? -preguntó uno de los hermanos del patito cojo.
- Porque cojeo y soy diferente -respondió el patito cojo.
- Y eso, ¿qué importa? -preguntó otro de los hermanos.
El patito cojo se quedó pensando.
- No sé... ¿A vosotros no os importa? -preguntó el patito cojo de repente.
- ¡Claro que no! -contestaron todos a la vez.
📷Mamá Pata se puso a su lado, le abrazó con una de sus enormes alas, y le dijo:
- Hijo mío, tus andares no son tan diferentes. Solo son un poco más patosos que los del resto de los patos.
Al patito cojo le hizo mucha gracia.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Soy un patito patoso! -dijo riéndose.
El patito cojo volvió a irse a conocer mundo. Pero esta vez cuando alguien se reía de él, el patito cojo respondía:
- Es que soy un patito patoso.
A los animales les hacía tanta gracia que dejaban de burlarse de él y le echaban una mano cuando le hacía falta.
Y así fue como el patito cojo recorrió el mundo y vivió cientos de historias maravillosas.
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